martes, 20 de enero de 2009

Crisantemos de Enero


Llegué a mi casa con 25 crisantemos amarillos esperando que sean las doce de la noche para dar inicio a las celebraciones de la psicopedagoga cumpleañera.

Quise llamarla al celular, pero por supuesto, lo tenía apagado, como es su maña.

Entrando al departamento me encuentro con el escenario de mi hermana diecinueveañera en estado delirante.

'La niña', claramente alicaída, hablaba por teléfono con mi abuela paterna que, después de una oración al Divino Niño para que se le pasen los dolores estomacales que la aquejaban, le sugirió que huela un algodón humedecido con alcohol y luego se lo coloque en la frente.

"Santo remedio" dice que dijo.
"Alistáte, te voy a llevar a la clínica" le dije.

12.20 llegó la susodicha cumpleañera, como siempre flotando a medio metro del suelo, disfrutando de los primeros minutos con 49 años, a pesar de parecer de 39 con facilidad.

Me agrada esa inexplicable conservación genética a la que estamos condenados por la línea materna, ayuda a engañar al tiempo y se mofa de las etiquetas generacionales pre-establecidas.

¿Su causa? pues no sé, debe ser de tanto comer los espaguettis a la boloñesa con la auténtica y secreta receta de la nona, directamente desde Altamura, Italia. Los cuales tendré el honor de aprender a cocinar mañana, para llevarme como parte del equipaje a mi largo viaje.

Alrededor del caldero de pócimas tomatadas, seguramente encontraré a la legendaria panadera, la psicopedagoga y la niña (mi abuela, madre y hermana respectivamente) en un aquelarre propio de ellas.

En la clínica la niña confesó haber comido diversas comidas dañinas en pequeñas cantidades, valga la redundancia, y después de un calmante intravenoso en Emergencias, caímos en una carcajada vergonzosa ante ciertas declaraciones del médico que suscitaron la presencia de un chiste interno, antiguo y cómplice entre los tres: la cumpleañera, la enferma y yo.

Volvimos a la casa, tipo 1.30am con la niña más repuesta, y destapé una botella de sidra para brindar como es debido.

En la mañana, despertamos a la cumpleañera con un desayuno continental, con la presencia de mi gran hermano menor, que me supera en tamaño a lo largo y ancho.

La cum
pleañera, chocha con los 25 crisantemos de su color favorito, ya maquinaba durante el desayuno familiar el resto de su día, darse una doble dosis de su placebo favorito: la peluquería.

"Ya
son 49 años"
me dijo acostumbrandose aún.
"Me parecen excelente los 49,
te quedan muy bien"
le contesté con sobrada convicción.


1 comentario:

LOCA!!.. como tu madre dijo...

Salud por los 49 bien conservados años de la Condesa, la mujer mas dulce que conocí en todo este tiempo :), será que me adopta?